martes, 30 de septiembre de 2008

El Endocrino


Después de mucho meditarlo, he iniciado los trámites (una vez más) para intentar poner remedio a mi trastorno alimenticio.
Este viernes, la consulta con el endocrino era la primera de las tomas de contacto, y creo que estaría bien contarlo, ya que resultó patético y cómico a la par.

Apenas dormí la noche anterior, algo ya habitual en mí, pero esta vez era debido a la consulta. El motivo principal era si podía seguir con la medicación que llevaba tomando durante años para el hirsutismo, pero de alguna manera, deseaba también me informara de las actuaciones a llevar en su rama con paciente como yo,

Llegué con unos 10 minutos de antelación, me sudaban las palmas de las manos y estaba con las pulsaciones por las nubes. Siempre que estoy en una situación que me genera ansiedad, siento calor por todo el cuerpo, los nudillos y las orejas se me ponen rojo “encarnao” como diría mi abuela.
Así que ese tiempo desde que llegué hasta que pasé, creía que toda la salita de espera estaba mirando esos pilotitos rojos, creyendo que indicaba alguna cosa, no se.
La enfermera me nombro: -“Fulanita Mengana”, pase de que salga la persona que acaba de entrar-. Ni falta que decir, mis orejas y mis nudillos parecían los rotativos de una ambulancia. De nuevo miré a mi alrededor, pero parecía que nadie se había percatado de ello.
La espera hasta que “salió la persona que acababa de entrar” fue terrible. En la boca un sabor metálico y unas ganas tremendas de salir corriendo hacia algún sitio muy, muy lejano.


Pero… la puerta se abrió y tuve que entrar. Cogí el bolso y el volante del médico de cabecera, y casi temblando cerré la puerta detrás de mí.

- Buenos Días-. La voz me temblaba, hasta casi llegar al tartamudeo. Le entregué el volante al Médico y me senté. Había estado varias veces en aquella consulta, con el Cardiólogo creo, pero esta vez me resultó tremendamente fría y pequeña.
- ¡Vaya tontería es ésta!-. Parecía que al señor licenciado no le hacía nada de gracia lo escrito en aquel papelito que tanto insomnio me había causado. Y después de esta frase… bueno prefiero resumir, porque sino resultaría muy aburrido, me dijo que vaya tontería que yo podía seguir tomando lo que me diera la gana si me había Venido bien. Que para que me derivaban a él y… más cosas pero decidí apagar el volumen para no saltar a su yugular.
- Tómala talla y peso-. Aquí ya pensé que me daba algo, la báscula… mis pilotitos rojos… pero allá fui, me descalcé y tomé aire (al igual que si me lanzara a una piscina de serpientes).
- ¿Alguna enfermedad de interés?-. Me preguntó cuando subía a aquel infierno-
- Peso: tal y talla: cual.- Le informó la enfermera.(Obviamente mi opinión del peso prefiero reservármela pero…Coño otra vez que encogí)
- … Bulimia-. Quise sentenciar con mis palabras, quise no llorar, pero no lo logré, me ocurre siempre que descubro mi secreto. Me supone tanto dolor… La pobre enfermera, me miró con mucho amor, y ternura, y me cogió de la mano, fue uno de los gestos más cálidos que me ha brindado (un extraño) en los últimos tiempos. Y me tomó la tensión.
- Mmmm.- dijo un tanto sorprendido-. Pues dale una dieta de 2000 calorías para que sepa lo que tiene que comer.



Aquí podréis imaginar mi gesto. Me quedé helada, casi tan gélida como esas palabras punzantes que me lanzó. Vaya manera de tratar una enfermedad, con un papel y letras que se ofrecen por doquier a la gente, perros y cucarachas. Da la casualidad de que tengo ciertos conocimientos de dietética debido a mi profesión, a los añadidos a los propios de la obsesión (que nos son pocos). Y sé qué debo comer, y también que él debería tomar parte en mi tratamiento, para ver mi fragmentación de comidas y los niveles de determinados parámetros… es decir, Su Especialidad debería formar parte activa en una curación.

En fin prosigamos:




- …. Mmm toma hija-. La cara de la enfermera era un poema, lo aseguro, mientras me daba la dieta universal
- Pues no lo entiendo. Estás un kilo por debajo de lo que deberías pesar. Y eres delgada. No lo entiendo-. Ahora mis pilotitos se encendían, pero no era ansiedad: Era mala leche.
- Padezco esta enfermedad desde hace tiempo, y créame, si en un principio fue la nota inicial el peso, ahora tan solo es algo leve comparada con toda la carga que denota este trastorno. Va mucho más allá, veo mi imagen distorsionada, pero es que además tengo ansiedad y principios de depresión entre otros-. Casi me resultaba imposible fijar la voz, seguía temblando, enfadada.
- Pues creo que estás muy bien de la cabeza y lo que tienes que hacer es centrarte.- (Uno, dos y tres, yo me calmaré, cuatro, cinco, seis todos lo vereis)
- En fin que sigo tomando la medicación para el hirsutismo, y no es necesario que venga por aquí, ni aunque me derive psiquiatría o atención primaria ¿lo he entendido bien?
- Ejejmmm … Puedes volver si quieres pero no es necesario.- (Es decir que tendrá que ser el médico de cabecera el que me haga el seguimiento de hormonas porque a él le traía al pairo)
- De acuerdo, adiós y gracias.- Cabreada pero con educación
“No tuvo que realizar el protocolo de lavado de manos porque ni tan siquiera examinó mi vello”

Cogí mi bolso, el volante (y de la receta de la medicación del hirsutismo que tan gratamente me dio) y la mirada cómplice de la enfermera atónita. Es lo que tiene de vez en cuando ir a profesionales que te ven como el nº de historia 000000 y no como una persona. Pertenezco al mundo sanitario y sé de lo que me hablo. Cada individuo es único, y debería ser tratado como tal. Puede que lo válido para otros a mi no me lo resulte.

Y puede que el resto de los pacientes que esperaban en la sala de espera, tuvieran una indigestión esa mañana, igual que la mía cuando pienso, lo gris de una medicina que se está automatizando, y que sólo se mueve por intereses. ¿Cómo me hubiera tratado en su consulta privada?



En fin, es lo que tiene pedir ayuda, a veces viene el lobo a decirte como peinar a las ovejas.

sábado, 20 de septiembre de 2008

¿Afónica?





Mentiría si dijera, que en los últimos meses mi vida ha sido estática.
He girado de manera desconsolada, tanto que aún me mareo si lo recuerdo.
No soy capaz de reponerme de esta afonía selectiva que me impide solicitar auxilio, ayuda. No soy capaz y sigo recurriendo a la comida, para paliar mis miedos, aún a sabiendas que lo único que logro es dar paso de cangrejo.

Existen meses buenos en los que mi fuerza de voluntad adquiere gran presencia… pero estos últimos han sido tan tremendos…

… y sigo sin “querer/poder” distinguir hambre de ansiedad, y sigo sin rumbo.

… y mi libro de magia, se esconde a mi paso, y no puedo utilizarle para fabricarme unas alas transitorias.

… y sigo tirando la comida una vez digerida. Y sigo vomitando sin provocar, y se me escapan el último beso de mi sobrino, y el abrazo en pleno tejedelo de mi chico.


Y se ahogan también las últimas tardes con mis amigos entre risas y recuerdos. Y se inicia la isquemia de palabras rotas.

… y acudo a ésta bitácora particular, entre aliento y a aliento. Sin buscar remedio, y necesitándolo.


Disculpen la parquedad de palabras, es la afonia.







jueves, 18 de septiembre de 2008

viernes, 12 de septiembre de 2008

Musica prestada




Llevo tiempo sin tener muchos ánimo para escribir, tal vez, no escribo por el mero hecho de que no quiero recordar la tristeza de estos últimos días.
Esta canción siempre me animó, es una válvula de escape, tocarla con mi guitarra y cantar con todas mis fuerzas, calentando el alma. Y como hoy no tengo muchas fuerzas, prefiero escucharla en boca de Esta tremenda señorita que tan bien sabe contar historias y hacerlas bailar.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Un regalo, una necesidad




... porque hay día que los maestros con enseñan muchas cosas